
Si pongo que a ningún sitio, realmente me llevará al vacío.
Debo poner que me llevarán a un sitio que solo ellos saben.
Si, tal vez a un campo de hierba junto al río Duero mientras mi padre pescaba truchas y yo era tan pequeño que solo esperaba a crecer. Aquellas tardes en que los mosquitos atacaban de columnas de a cuatro y cuando yo preguntaba que porqué no íbamos a pescar por las mañanas que era cuando no había mosquitos, me respondía con sabiduría de campo y con una piel que nunca supe porque no era pasto de los picotazos, que a esas horas los mosquitos bajan al río a beber agua, y las truchas están pendientes de ellos para comérselos y nosotros pendientes de las truchas para engañarlas.
Yo no comía truchas, me daban asco, pues siempre pensé que estaban llenas de mosquitos que estaban llenos de sangre mía.
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