17.3.14

Se ha muerto la Carmelona, que vete a saber tú quien era

Se ha muerto la Carmelona -nos van contando los del asiento delantero del tren a todos los silenciosos viajeros- y ha dejado más de 200 pisos, tantos, que les han llegado hasta los primos cuartos, que debe ser un grado familiar como de muy poca visita. A su no sé quien: veinte pisos; a un primo segundo diez pisos con los locales; a una prima hermana una cuadra pero como para 200 vacas más cuatro naves vacías. Que uno escuchando no sabe si las naves vacías valen más o menos que si estuvieran llenas de algo.

-¿Y a su hermano el médico?- le pregunta la compañera de asiento
-A ese nada que discutieron de mozos- le dice con rotundidad

Pero si tenían tierras hasta en las Cubas -le dice el hombre dando valor superlativo a la riqueza de la fallecida y que debe ser un territorio muy alejado del pueblo. Y le añade que a su hermano médico ni le escribía ni nada, que se casó con una mujer de ciudad y aquello la Carmelona no lo superó nunca. 
El caso es que por lo que entiendo, la Carmelona se murió muy sola y me queda la duda de cómo gestionaría aquellos más de 200 pisos y si todos los tenía en la capital o entre los pueblos, pues enseguida cambian a hablar de cataratas.

-Yo no tengo cataratas, tengo mácula -le cambia de tercio el hombre, dejándome con un mar de dudas sobre la Carmelona y sus pisos.