15.2.21

La globalización nos ayuda a poner en valor lo cercano

Cuanto más crece la globalización más necesidad tenemos las sociedades de poner en valor lo nuestro, lo cercano, lo que es local. Está estudiada esta necesidad pues el ser humano necesita defenderse de esa globalización sin control y negativa —fabricada por laboratorios económicos que solo buscan sus beneficio— poniendo en valor lo cercano a nosotros, pues no es posible estar todo el día viajando en busca de la mayor facilidad que nos entrega la globalización. 

Lo podemos ver con claridad ahora que nos toca defender de la pandemia y el COVID. Tuvimos la fabricación de los EPI en países lejanos, desde las mascarillas a los guantes o las batas. Y ahora nos sucede con las vacunas. Unidos somos más y podemos lograr mejores cosas, pero hay que cuidar mucho más la seguridad propia, la autodefensa de la imprescindible.

Es la globalización la que viene a por nosotros, a ofrecernos sus servicios seleccionados según nuestras posibilidades. La globalización es una, solo una. Pero se sabe adaptar a cada persona, a cada sociedad. No se ofrece igual a un niño de Senegal que a un investigador de Noruega, pero la globalización todo lo ha impregnado. 

Así que solo queda entenderla y aprender a defendernos de su parte negativa y disfrutar con freno de su parte positiva, que también la tiene.

Por eso lo local vuelve a tener un valor añadido pues representa la defensa ancestral de lo que somos ante el ataque desenfrenado del todo. 

Hoy es posible comer una fruta de Brasil con la misma facilidad que unas garnachas de Cariñena. Hoy los espárragos de Navarra son del Perú. Por eso cuando de verdad tenemos espárragos de Tudela o garnacha recién cogida la valoramos mucho más. Otra vez estamos volviendo a lo normal que ofrece la cercanía, el recuerdo, la programación natural.

Gracias a la globalización es posible saber más y mucho antes. Es posible curar mejor si eres de los que te ha seleccionado la globalización para ello. 

Pero como toda situación nueva, hay que saber controlarla y sobre todo no tomarla ni como enemigo ni como un dios. Y la mejor manera es defender lo tuyo, lo exclusivamente tuyo.