2.4.24

La mentira de África: Las cigüeñas son inmortales

La Tercera Guerra Mundial estará aquí en breve dicen algunos políticos, analistas y pensantes varios que ocuparía varios artículos y reflexiones profundas. Lo que no se dice es que África ha estado en latente guerra perpetua consigo misma y frente a los demás durante las últimas décadas.

Si uno lee la novela Las cigüeñas son inmortales del escritor de la República del Congo, Alain Mabanckou, asiste a la escena final del libro donde el protagonista, un muchacho de 13 años, tiene que mentir para salvar a su madre. Pierde la inocencia, pero también se pone sobre el tapete una realidad que no es otra que la entidad de África siempre ha sido una mentira. Con total seguridad, si la novela se hubiera mantenido en la trama y en el tiempo la mentira del protagonista hubiera sido descubierta y el final de los personajes habría sido bien distinto; porque el tiempo es un juez cruel que pone a cosas, personas y hechos en su contexto real, no manipulado.

Pero salvar los muebles, en un primer instante, la mentira es el recurso primario y automático que surge no solo en las sociedades europeas, sino también en las africanas porque en ambos casos tienen una base común: el miedo y la supervivencia a nivel profundo y existencial. Esto existió en España durante la dictadura cuando sus habitantes, salvo honrosas excepciones, mentían para no tener represalias políticas. En Europa millones de trabajadores se mienten en trabajos de subsistencia sin decir lo que piensan de sus jefes por temor a la pobreza cuando no están metidos en ella o rozándola. En el mundo, millones de mujeres se mienten ante relaciones tóxicas por no tener independencia económica. Millones de pobres, da igual de qué latitud vengan, se mienten al creer en una salvación cuando son víctimas de trata de personas, de tráfico de drogas, de explotación laboral...

¿Qué es la mentira? Esta cuestión surge cuando lees la novela y la escena final antes mencionada. La mentira no es más que el negativo de una diapositiva que cuando se proyecta da la verdad. La mentira del niño, en un primer momento, oculta la verdad de las situaciones políticas que viven los países africanos. La mentira de África fue creer y hacer creer al mundo que tenían independencia de sus colonias. Cuando se ha visto la verdad con el paso del tiempo han salido los estallidos sociales, la hipocresía del mundo occidental ¿culto, civilizado? que bajo una supuesta filantropía no da más que migajas a los que por derecho propio nunca se les debió arrebatar ni esclavizar. Porque la problemática de África también va más allá de su marco geográfico y del tiempo (véase Estados Unidos)

La gran mentira de este país es creer que no hay racismo. Lo último que debes ser en United States es ser afroamericano: en su población las mayores tasas de pobreza, de presos en cárceles, de muertes por el salvajismo de la policía (todos recordamos cómo en directo un policía asfixiaba hasta la muerte a George Floyd) son pruebas fehacientes de que solo los WASP (white, anglo-saxon and protestant) prosperan en un país de deriva Trumpista.

La gran mentira de África fue creer que tras su independencia iban a lograr autonomía y las palabras del autor senegalés, Felwine Sarr, en su ensayo “Afrotopía” lo deja bien definido: ...independencias formales concedidas para la perpetuación de un sistema de dependencia política, económica y cultural, cuyo objetivo era mantener el control sobre los recursos del continente africano. Un saqueo que continúa hoy en día a través de contratos desequilibrados de explotación de sus recursos naturales, de un intercambio desigual, de flujos de capitales ilegales que salen del continente equivalentes a la inversión extranjera directa y a la ayuda oficial al desarrollo de una recolonización económica de los países por parte de las antiguas colonias (Costa de Marfil, Senegal, Gabón...) que controlan a través de sus grandes grupos (Bolloré, Total, Eiffage, Areva...) la mayor parte del sector privado productivo y de los bancos comerciales de los países africanos al sur del Sáhara. A esto se suma la penetración económica china que se hace en detrimento del continente africano: algunas infraestructuras a cambio del saqueo de sus recursos naturales y la colonización de sus tierras.

“Las cigüeñas son inmortales”, es el reverso de un muchacho soñador, Michel, que descubre que el anverso de su país y, por extensión, de África es creer en una utopía que les pueda salvar momentáneamente. Y, por supuesto, que lo hará de primeras como se mienten millones de personas en el mundo ante un cambio a positivo en sus vidas, pero luego vendrá la verdad y vendrán las frustraciones, la ira, el encono como se está observando en algunos países africanos que se alzan contra sus colonias (es el caso del movimiento France dégager, Francia ¡lárgate!) y veremos hacia dónde lleva toda esta deriva. La verdad de África necesita tiempo para ser descubierta, pero qué verdad surgirá ¿la que los pueblos africanos desean o la que desean los demás? Putin, con sus aliados chinos, algo de esto debe saber en el Sahel. Se verá...

OLGA NERI