25.11.08

Excesivas cosas agreden a la Escuela Pública


Al hilo de lo que ya se ha constituido como "guerra de los crucifijos", la ministra habló en el año 2008. Y dijo claramente que todo signo religioso que pueda agredir en los lugares públicos, debe quitarse. Sin duda una excelente reflexión, pero debería ir acompañada de muchas otras.

 A un niño vago le agrede ver en la pizarra los problemas de mates. Hay que lograr que deje de ser vago.

 A muchos padres nos agrede ver las cifras de fracaso escolar y cómo algunas clases en particular (en casi todos los colegios hay este tipo de clases) los suspensos se escapan a todo tipo de estadística.

 A los padres nos agrede ver como en el Consejo Escolar, los profesores llevan ya todo perfectamente decidido. ¿Para qué sirve?

 A los alumnos les agreden otros alumnos de palabra y obra, complicando la tarea de aprender con sus actitudes.

 A los profesores les agreden todos los días decenas de alumnos, cuyo único fin parecer ser el de destrozar la tarea educativa.

 A algunos profesores les agreden otros profesores jetas y compañeros de escuela, que no quieren participar en las tareas que son ajenas a la clase, dejando estas responsabilidades en manos de unos pocos.

No entro a valorar cómo agreden a los ojos de los alumnos ciertos textos sobre Aragón y su historia, sobre sus personalidades históricas, sobre su derecho, sobre su realidad linguística.

O cómo agreden a los alumnos muy dentro, el centralismo educativo de ciertos textos, que no comprenden que España en un Estado de naciones, con diferentes personalidades.

Y si, todavía nadie quiere trabajar para restauran la concordia básica entre todos los integrantes del modelo de Escuela Pública y Concertada. Estamos confundiendo unos crucifijos con algo esencial en la educación de nuestros hijos. El uso que den a esta pelea, hará más por la iglesia que el silencio. 

24.11.08

Juan Goytisolo, Premio Nacional de las Letras

No sabría decir bien porqué, pero me atrajo su figura, su opinión desde hace muchos años, no tanto su escritura como la opinión que tenía sobre la literatura, el mundo islámico o la sociedad occidental.
Me pareció un hombre muy correcto, muy inteligente, serio y capaz de dar a su vida un sentido que le trascendiera.
Hoy le han premiado, algo que posiblemente no le importe en exceso, y seguirá escribiendo.
Nunca le han dado el Cervantes, un error para nuestra lengua, que todavía pueden remediar.
Vive en la maravillosa Marrakech desde hace muchos años, ciudad capaz de embrujar, de crear idilios, de hacer creer que vives en otro siglo. Ciudad que no puede dejar nunca indiferente a nadie.