11.8.13

El trabajo cada vez vale menos. Hay que entenderlo para defenderse

Hoy lo repite Santiago Niño Becerra, nosotros lo hemos apuntado en algunas ocasiones, simplemente observando la realidad vemos que desgraciadamente (o por suerte para algunos) es cierto.

El trabajo cada vez vale menos.

Es decir, durante siglos las personas han podido vivir de su trabajo, se les pagaba para que pudieran alimentarse, formar un hogar y tener un poco de ocio; siempre a cambio de su trabajo. Los “dueños” no querían que sus esclavos se murieran, preferían que tuvieran muchos hijos para alimentar su mano de beneficios y además habían encontrado el truco de que si descansaban de vez en cuando, resultaban más dóciles y productivos.

Pero ahora, en la entrada del siglo XXI, el trabajo ya no garantiza la supervivencia, no sirve para cumplir su papel esencial de intercambio vital. Yo entrego mi trabajo y “el sistema” me entrega dinero para vivir con arreglo a las normas de cada siglo.


Cada día es necesario menos mano de obra, menos trabajo. Eso hace que se devalúe su importancia y el precio que se entrega por el mismo. Pero las personas necesitamos seguir viviendo.

Perdido el valor del trabajo como intercambio vital, la sociedad busca sustitutos. Surgen nuevas maneras de ganar dinero intercambiando no PRODUCCIÓN sino servicios, no TRABAJO sino entretenimiento, no TIEMPO sino especulación y técnicas de laboratorio. Se paga (y se cobra) por aparecer en televisión, por ayudar a otros a sobrevivir, por mover el dinero que NO tenemos, por ser más listos que los que nos rodean.

En breve no nos importará nada que los sueldos bajen, simplemente por que los sueldos los pondremos nosotros. Los que no tengan capacidad de poner los sueldos simplemente se comportarán como ya se comportan en otras sociedades que aparecen como ejemplos a seguir. Pongamos que Brasil es el ejemplo.

Se `puede tener una vivienda de 1.300 metros en una urbanización cerrada y custodiada con personal que usa fusiles, mientras desde la terraza con piscina observas las favelas sin desagües.

A ninguna de las dos partes sociales les importa nada que los sueldos bajen, que no haya derechos laborales. A ninguna.

Ninguna de ellas depende ni de sueldos ni de normas laborales ni de convenios colectivos. Ninguna tiene salario mínimo ni saben lo que son los sindicatos. Ninguna de estas partes sociales cree en la democracia; unos nunca la han podido valorar y otros se cuidan muy bien de que nunca sea un sistema de gestión contra ellos.

A ambas partes les importa un pito que el trabajo valga cada vez menos. Unos nunca lo han tenido. Otros han aprendido a ser riquísimos a costa de destruir las clases medias.