29.7.20

Al final encontraremos por casualidad una solución al problema

Escucho y leo por los medios de comunicación decenas de noticias y comentarios sobre la pandemia, sus consecuencias y sus dramas. Muy pocos de esos segundos informativos que nos meten entre pecho y espalda son para hablar de soluciones, de cambios, de rectificaciones o reflexiones que sirvan para encontrar un camino nuevo. 

Así que me imagino a la sociedad hastiada, muy preocupada y carente de fe en los que hablan.

No es entendible que es una situación global como esta, la peor después de la II Guerra Mundial, no seamos capaces de encontrar mentes lúcidas hablando y marcando objetivos y reformas, cambios profundos que sirvan para salir medianamente airosos de este trance. Ni a nivel mundial, ni europeo ni español. Tampoco aragonés.

Les hemos entregado la gestión de este inmenso problema que durará varios años entre enfermedad sanitaria y enfermedad social, a los sanitarios. Pero ellos están enseñados para resolver problemas médicos, no sociales o económicos. Y lo curioso es que con los problemas médicos tampoco están demostrando mucha pericia. Atender con esfuerzo a los enfermos es lo lógico, faltaría más que no fuera así.

Pero ni tenemos Plan B ni Plan para el Futuro, ni sabemos contar bien a los muertos o a los contagiados. Es decir, ni lo más básico lo queremos hacer bien. 

Tardamos meses en decir que las mascarillas eran la solución para pasar en pocas semanas a exigirlas incluso en los paseos por los Pirineos. Cerramos los colegios a primeros de marzo y no sabemos cuando los podremos abrir, algo que no le ha sucedido al fútbol profesional pero sí a la Atención Primaria en Sanidad. 

Es curioso que hayamos ideado decenas de sistemas para que las playas tengan distancia social, aunque luego por las noches nos dediquemos a emborracharos muy juntos, pero no hayamos sabido diseñar un sistema para que las escuelas al menos abrieran una tarde para despedirse del Curso Escolar. Para que no se les olvidara a los alumnos que los maestros existen de verdad y huelen a personas y no a pantalla de cristal.

Siempre recordaremos lo cerca que estuvimos el mundo mundial de irnos a la mierda. Pero al final tuvimos suerte y nos dio tiempo a encontrar por casualidad una solución.