28.5.08

No dirás el nombre de España en vano

Hay palabras que preocupan, que asustan, y puestas de titular llenan toda la página. Con España pasa como con Dios, que ya los hermanos Maristas me avisaban que no había que emplear su nombre en vano.
Yo tarde bastantes años en saber lo que era en vano, a mi me sonaba a prohibición , e intentaba no hacer nada en vano. Más que nada porque luego me dijeron que me podía quedar ciego y eso jodía.
Hablar sin sustancia del Dios de los Maristas está mal, pero hacerlo de la España de todos, está peor, porque del primero no hay todavía una constancia clara, pero de la segunda si que la hay y además es plural, aunque ahora no esté de moda decirlo.
Yo, que suelo hablar empleando palabras económicas cuando lo hago sobre política, creando parábolas, esto del "precio" me suena fatal. Y para decirlo yo, tela, que soy de los que la emplea. y sabe lo que cuesta defenderla.
Si España es un precio, me gustaría saber qué es el producto que se compra, cual el objetivo a poseer, quien el que produce la necesidad de poseer.
España está por encima del PP como lo estuvo de UCD, de Franco y de Bonaparte. Está por encima de todos nosotros y de nuestras ganas de joder, de los que hablamos como bobos y de los que se creen que esto es un corralito y nosotros patos.
España es algo que por desgracia para su historia no ha sido capaz de ser abrazada por la izquierda centralista, como un símbolo, pero añado más (aquí es donde voy a recibir los palos), tampoco por la izquierda nacionalista que desea el federalismo, como el bálsamo que cura muchas heridas. Si se le resta a la derecha cavernícola el mayor de sus símbolos, se quedará huérfana de ideas y de discursos. El uso que se hizo de España por las derechas e izquierdas centralistas en otras décadas ha imposibilitado que en esto podamos compararnos a franceses o suecos, a americanos o alemanes.
Se puede ser nacionalista que exige para su país, Aragón, el reconocimiento de su historia y de sus leyes y normas, y no por eso odiar a España, sino al contrario, abrazarla como se abraza a Europa.
No entenderé nunca porqué somos capaces de defender el territorio máximo y odiar el intermedio. Yo entre ser suizo y español no lo dudo (fuera bromas), pero dentro de mi idea de que las fronteras sobran, doy un gran valor a lo que contienen estas, a la historia y a las formas de ser y estar en el territorio.
Incluso creo que el camino para conseguir un Aragón libre pasa por un reconocimiento de España como un Estado que me integrará en una Europa unida. Unir es sumar, no restar, no borrar.
Dentro de 300 años, todos calvos, pero España estará tan integrada en Europa, como ahora lo está Virginia de EEUU. Y mis retenietos deberán seguir sintiéndose aragoneses y comiendo migas y chilindrones, y admirando el mudéjar de Teruel. Y ójala ellos puedan seguir hablando aragonés como un idioma más, que les sirva para valorar su tierra, su historia, su sangre. Por eso creo que no hay que nombrar ni a España ni a Aragón en vano. Y en el camino, respetar a todos, para que podamos pedir respeto.