15.9.10

¿Qué piensan de nosotros los adultos, los jóvenes sin trabajo a los que no les damos futuro o soluciones?

Deberíamos preguntar qué piensan de nosotros —los adultos—, toda esa generación de jóvenes a los que no dejamos entrar en el mundo laboral, a los que no les estamos dando posibilidades de futuro e emancipación.
Muchos de ellos se van de su país —los más preparados, los que más ha invertido España en su formación—, en un claro ejemplo de que estamos cometiendo un gran error con ellos.
No están logrando engranarse con la generación de sus padres, no son recambio de ellos porque no les dejamos entrar en el mundo laboral. Y si lo hacen es en muchos casos con trabajos ajenos a lo que han estudiado y con sueldos peores que los que recibieron sus padres (o incluso sus abuelos) para las mismas responsabilidades laborales. 
Seguimos empeñados en aumentar la edad de jubilación por un simple sentido economicista de las pensiones, sin darnos cuenta que el error es mucho más grave que la solución. Sin duda es la solución más fácil, más sencilla y rápida, pero no la que necesita un país que aspira a seguir creciendo en calidad social y humana. Lo vamos a pagar muy caro en el futuro, cuando seamos un país con un capital humano disgregado, sin metas claras, sin empatía hacia su mundo laboral, sin motivación social y laboral, sin posibilidades de consumo sostenible pero lógico para la marcha de una economía que hemos creado para que funcione con la herramienta del consumo como inevitable.
Y además, no somos capaces de ofrecer alternativas de cambio a este barullo social, a este sistema que no funciona pero que seguimos adorando y del que no nos atrevemos a cambiar ni una coma. Mientras la crisis arrecia en España, un banco español entrega millones para subvencionar y patrocinar la famosa NBA de EEUU. Y se quejan los bancos de que se les pueda poner un impuesto especial. ¿Alguien entiende algo? ¿es lógico que sigamos cebándonos con los mayores de 65 años o con los jóvenes?
Somos capaces de cuadrar cuentas pero sin fijarnos en el medio plazo. Cambiamos de decisiones sin edificar soluciones, restando credibilidad a la sociedad que tiembla cada vez que se habla de cambios. Estamos estropeando todo lo que se edificó en los años 80/90, toda posibilidad de lograr que se crea en el trabajo bien hecho, en la continuidad, en las organizaciones que sustentan a una sociedad. ¿Nos damos cuenta de estos riesgos sociales?