27.12.13

Un día me desapareció la ilusión por andar

Un día me desapareció la ilusión por andar. Me dije que para qué, que eso de andar era una tontería, que se enciende la televisión y ya se pueden ver paisajes distintos sin tener que mover las piernas. Aun sin confianza me esforcé y salí de casa a regañadientes, sabiendo que me iba a ir repitiendo constantemente que estaba invirtiendo mis fuerzas para nada.

Pero al llegar a la calle olí a pino húmedo que me llegaba de los alcorques, noté como me pasaba un perro rápido casi entre mis piernas en busca de un lugar donde apoyarse para miccionar. Escuché la voz de su amo gritando mientras el murmullo del tráfico me envolvía por el otro oído. Y todavía no había dado ni dos pasos.

Seguí en mis trece de que andar no me ilusionaba y pensé en los paisajes maravillosos que me estaba perdiendo por no estar viendo ahora la tele. Ríos inmensos, animales copulando entre la selva, calles de la capital del mundo llenas de señoritas de compañía, tiendas inmensas que solo venden imposibles, más ríos esta vez llenos de basura troceada.

Antes de terminar de dibujarse en mis memorias esos paisajes pensantes una mano se posó sobre mi hombro. Era un amigo que me saludaba. De esos no hay en la televisión. Nunca.