3.2.14

El turismo es aprender. Y no sufrir mucho en el intento

Las calles céntricas de las grandes ciudades están siempre llenas de gente. ¿De donde salen? ¿A donde van? Muchos son turistas que se mueven como atontados buscando lo mejor sin saber qué es, respiran y mean pero comen lo justo y muchas veces mal tras hacerse una foto en el mismo sitio de todos. En las ciudades deberían poner en el asfalto unos círculos para que los turistas supieran donde ponerse para la foto. Mirarían menos las fachadas, solo el suelo. Eso y un folleto donde se les explicara a los de fuera que aquí se cena a las 9 como pronto y nunca mezclamos huevos fritos y chorizo con sangría de polvos por no estropear el limón. Los ves que se asoman a los bufett libres y se enamoran pues todo les parece novedoso y lo mezclan, pues les han dicho que los españoles para las tapas lo mezclamos todo. Claro que no entienden la diferencia entre un filete de lomo con un pimiento verde de cama y un toque de cebolla caramelizada por encima, a unas migas aragonesas mezcladas con cacahuetes garrapiñados pues a ellos las uvas no les gustan. El turismo es aprender además de disfrutar y eso sí lo hacen. Se sorprenden de casi todo y eso es lo bueno de España. Excepto del tono de las voces, que les resulta doloroso. De esto no se sorprenden, se cabrean. Pero ya se lo había dicho algún amigo viajero anterior. Somos excesivamente ruidosos. ¿Me han oído o lo digo más fuerte?