22.11.13

Vargas Llosa y yo hablamos de nacionalismo. Jodo qué osadía, hacerlo seguido

Mario Vargas Llosa es como es, no lo vamos a descubrir a estas alturas; un excelente escritor y a veces un opinador incómodo y muy cerrado. Sobre todo por su propia experiencia personal es un enemigo brutal de todos los nacionalismos. Lo complejo es saber, si en verdad es enemigo todos los tipos de nacionalismo y no solo de los que él considera nacionalismos “pequeños”, defendiendo en cambio los que se consideran “de Estado”.

El nacionalismo no existe. Existen varios nacionalismos, varias formas de entender lo que podría ser la defensa de la nación, desde la nación pequeña y cultural a la nación histórica e impuesta, pasando por la nación cómoda e interesada por el momento económico o político del momento. Hay nacionalismos violentos como hay curas violentos, médicos asesinos o cocineros que odian los guisos de toda la vida. Y efectivamente hay nacionalistas pacíficos como hay curas humanistas, médicos que están trabajando todas las horas o cocineros que adoran los guisos de su madre.

Pero como me parecen interesante conocer las palabras de Vargas Llosa en su discurso de aceptación de los Premios del Periodismo de El Mundo, os dejo algunas de sus palabras. No comparto en absoluto nada de lo que dice, pero le respeto. Espero que lo que opinan como él hagan lo mismo con los que opinamos que algunos nacionalismos son muy útiles para defender la pervivencia y el respeto hacia lo cercano, lo histórico, lo que no nos pertenece pues estamos de paso; sabiendo que debemos dejarlo en herencia al menos tal y como nos lo encontramos; en derechos, respeto y vitalidad histórica y social.
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 Mario Vargas Llosa
(…) Yo creo que el nacionalismo es una de las grandes aberraciones de la Historia, es un sobreviviente del estatismo y del colectivismo, es una doctrina que atribuye la importancia del individuo a su pertenencia a un colectivo, aberración absurda que niega la libertad individual, que niega la posibilidad de un ciudadano, de una ciudadana de elegir su propio destino y ser lo que quiere ser mediante una conducta determinada.

Es una aberración que convierte el pertenecer a una colectividad en un valor, en un valor cultural, en un valor político, en un valor ético. Las peores desgracias que ha vivido la humanidad en los tiempos modernos han sido el resultado de la ceguera de la obtusa visión y la violencia que forman la esencia misma del nacionalismo. Por eso tenemos que combatir el nacionalismo sin complejos de inferioridad, absolutamente convencidos de que el nacionalismo es la negación de la civilización, de la democracia, de todas las instituciones que han ido desbarbarizando la vida y humanizando al ser humano.

Es verdad que hay nacionalistas pacíficos, cultos, benignos y que parecen inofensivos. No nos engañemos, ésa es una apariencia, ésa es una postura fugaz, momentánea; basta escarbar lo que se esconde tras ella, y lo que se esconde tras ella es el prejuicio, es en última instancia la discriminación, el encono, la violencia. (…)