Llevo dos días sin salir de casa, ni a por el pan o los churros de media mañana. No es dejadez, no es exceso de trabajo, es selección natural. Tras muchos días de picos pardos apetece ver el ordenador, el sofá naranja o la terraza sobre la que intentan crecer los tomates.
Mañana es San Jorge o el Día del Libro, que si hubiera que elegir lo tendría claro. Entre un señor que mata moros caídos en la tierra mientras va a caballo o un día dedicado a vender libros, no hay color.
Los puestos en la calle se volverán a llenar de papeles encuadernados aunque ahora se lea mucho en pantallas. Pero hay que seguir creyendo en lo que nos facilitó la sabiduría. Ya habrá tiempo para el cambio definitivo.
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