Podría parecer una barbaridad, pero somos excesivamente
ricos para desear un gobierno de izquierdas en España. En tiempos de crisis
como decía un abate religioso, no hay que mover los muebles. Y eso es
precisamente lo que hacemos los españoles, no desear cambios que nos puedan
llevar a perder lo que consideramos un lujo, es decir, lo que tenemos.
Es la clásica “virgencica, virgencica, que me quede como
estoy” traducido al momento de votar. La mayoría quiere seguir como está, pues
ven que hay millones que están peor que ellos. Por si acaso, juegan a caballo
ganador. Que sigan robando, haciéndolo como sepan o quieran, pero que a mi no
me afecte. Nos importa mucho la sociedad pero entendemos que deben ser “otros”
los que resuelvan los problemas de los que los tienen, hasta que nos tocan a
nosotros.
Una vez que ya hemos entendido que los españoles quieren
seguir como están —quiero decir los españoles mayoría, los que aunque estando
peor no lo están tanto como para ponerse a llorar—, los que gestionan deben
estar tranquilos, nadie jugará las cartas del cambio pues este solo se hace: o
cuando hay tranquilidad o cuando hay miedo.
Que no hagan encuestas, que no compran cava ni IU ni UPyD.
Está todo vendido, somos más ricos de lo que nos pensábamos. Los pobres no
votan, cabreados por el sistema que los ha mandado a la calle. Solo votamos los
que queremos conservar lo que tenemos. Somos más guapos y más altos que los americanos o los
alemanes pues tenemos paella, sol y fútbol.