5.6.12

La Participación Ciudadana, básica para asesorar, pero no para decidir

Hoy voy a esbozar (solo bocetar) un tema político complicado de analizar desde la izquierda, que no ha sabido a mi modo de ver, encauzar la Participación Ciudadana hacia la calidad y el sentido común. Por mi pequeña responsabilidad política actúo dentro y muy pegado a la participación ciudadana, que se da desde una calidad baja y manipulada en muchos casos.
Sé que estas palabras puedes escocer a los protagonistas y hacer sonreír a los que están en contra —sobre todo desde la derecha—, de la participación ciudadana en la política. Por eso la matización es prioritaria y aquí solo puedo esbozar el problema.
Las personas que realizan e influyen sobre la Participación Ciudadana, casi siempre municipal, lo hacen desde cargos electos por Asociaciones de Vecinos, culturales o entidades sociales de muy diversa calidad representativa.
La izquierda, y aquí viene mi primer reproche, hemos penetrado en la participación ciudadana, para hacerla cercana, amigable, impregnada de nuestra ideología, manipulable en algunos casos. Cuando las necesidades apretaban la derecha, esta se dedicaba en este santo país a poner a sus amigos en las cúpulas empresariales, judiciales o de medios de comunicación, mientras que la izquierda a ponerlos en las entidades de base social. Era un ejercicio lógico de acción reacción. Con pérdida clara por goleada de la izquierda, en esta batalla del reparto de poder subterráneo.

Pero los años van sucediéndose y las situaciones se enquistan. A la derecha les salen jueces respondones o de fines de semana caribeña y a la izquierda le salen entidades ciudadanas que reclaman su parte de poder, ganado con silencios o apoyos. Llega la incapacidad manifiesta para modificar lo que se nos ha convertido en bastado a poco que rasquemos con la uña.
Las entidades ciudadanas y a eso me quiero referir sobre todo, reclaman “tener siempre razón en los asuntos importantes”, pero lo hacen sobre su parcela de razón. En muy pocas ocasiones ha podido disfrutar de planteamientos por parte de entidades, que afecten al conjunto de la sociedad. En la inmensa mayoría de los casos defienden y muy bien “su” parcela de influencia y solo ese trozo. Y además se creen en el deber de exigir que se les tenga en cuenta en aras a la Participación Ciudadana, como si tener derecho a expresarse fuera garantía del derecho a tener razón.
En cada decisión política hay mucho elementos que influyen, muchas capas sociales que se ven afectadas. Por cada decisión que solicita una Asociación de Vecinos, suele haber afectados de otras asociaciones vecinas, por poner un ejemplo. Pero cada “bloque” se cree en el derecho de defender solo lo suyo (lógico) y de que se entienda su defensa como un uso lógico del derecho a la participación (lógico también). Lo malo es cuando se pierde el respeto de los representantes “de todos” que a veces tienen que restar razón a los que defienden “su poco” desde sus cargos políticos.
Todos nos equivocamos, pero el respeto “a la política” debe venir en primer lugar por los que creen en la Participación Política, respetando a los cargos y a las personas que los representan en cada momento, desde las tribunas públicas y de intervención al menos.
Existen “los pasillos” y ese es un mal que hay que atajar con urgencia. Existen “los amiguismos” del café a media mañana. Existen “las visitas” para recordar “lo nuestro”. Nada es ilegal, nada es en sí mismo bastardo ni censurable siquiera desde el punto de vista de “barbaridad”. Todavía. Es simplemente una herramienta que están empleando ciertas personas responsables de entidades, para “mover” lo que no se mueve. Pero cada situación que se mueve o bien impide que se muevan otras o inciden sobre los movimientos de las otras. ¿Me explico regular?
Las situaciones se tienen que resolver por que el responsable piense (desde su acierto o desde su error) que se tiene que resolver de una forma determinada. Nunca por tener la presión o la sonrisa, el café o la llamada, de un viejo amigo vendedor de cromos.
La Participación Ciudadana es imprescindible para asesorar a los políticos, para marcar caminos y abrir ventanas. Pero quien tiene que abrirlas es el político elegido democráticamente. La responsabilidad de este es hacer valorar la política, lograr que se respete su puesto de responsabilidad, intentar que la política sea muy limpia y además con acceso igual para todos. Quien se tiene que equivocar es el político, es quien debe tomar las decisiones libremente con arreglo a su experiencia y a “todos” los contactos e informaciones recabadas sobre cada uno de los temas tratados. Escuchar solo a una parte y hacerle caso por que grite mucho o por que invite a café a media mañana, es un gran error político con un precio altísimo.