19.11.19

¿Tenemos miedo a la inmigración o a la pobreza?


Muchos españoles y europeos se han puesto de acuerdo en criticar ferozmente la inmigración indiscriminada de personas que desde países pobres vienen hacia sociedades ricas. Parecería incluso lógico y fácil de vender este discurso contra la llegada de nuevas personas a “nuestro mundo” pues creemos que nos traen pobreza, violencia y sobre todo un abaratamiento de los puestos de trabajo.

Pero la realidad es otra bien distinta. Aceptamos callados y sin querer verlo que nuestros trabajos ya se han ido. Las empresas llevan su producción y trabajo hacia zonas donde viven precisamente las personas que quieren venir a vivir con nosotros. A los poderosos les da igual si los trabajadores pobres están en España o en Mali o China, lo que les interesa es que dejen más beneficios.

Del otro lado y cuando hablamos de la posible violencia que traen estas personas que migran hacia otras zonas no sabemos mirar ni analizar, confundiendo churras con merinas. 

¿De verdad sabemos qué tipo de inmigrantes (o de personas de nuestro entorno) son los que crean problemas de convivencia de las de verdad? 

Creo que no y nos confundimos todos no sé bien por qué. Los delitos económicos mayores y los delitos contra la dignidad y libertad sexual los cometen en el caso de que sean inmigrantes y en gran número porcentual personas que vienen desde zonas que no suelen ser las señaladas como conflictivas. ¿No queremos verlo?

Con los mal llamados MENA sucede algo similar. Los MENA son Menores Emigrantes No Acompañados, es decir, niños. 

Niños y jóvenes menores, sin formación adaptada al nuevo entorno, que por ley mundial deben estar acogidos en los países donde se encuentran. Y la obligación de estos países es la de darles seguridad pero sobre todo educación, integración y sistemas de convivencia válida para su desarrollo.

Pero me voy a ir un poco a las afueras de España. A Francia, a Bélgica, a Berlín como ciudad complicada en esto temas. 

En España todavía estamos en Primero de Problemas, si no somos capaces de aprender y de mirar. 

Aquí no están llegando en demasía grupos de personas adultas que conviven en las calles en grupos organizados junto a las cajas de vino barato. Hay algo similar y controlado pero de familias con menores que es diferente, y algunos de adultos donde unos esclavizan a otros. Pero no grupos de iguales que terminan todas las tardes tumbados ante el frío.

Tampoco tenemos (casi) en España barrios enteros ya perfectamente discriminados y donde los caldos de cultivo son complejos de controlar. 

Los hemos tenido en España con personas de etnia gitana pero aquello casi se resolvió, aunque en Europa sucede ahora con otro tipo de sociedades que llegan más rápido de lo que somos capaces de integrar.

El fenómeno de la inmigración descontrolada no es fácil, ni se resuelve con cerrar las puertas de cada casa o las fronteras. 

Sobre todo porque los inmigrantes complejos y conflictivos  podrían entrar con las puertas cerradas. África es la que menos problemas ofrece, y en cambio es la que más se señala como culpable. 

¿Tenemos miedo a la inmigración o a la pobreza? 

Cuidado con equivocarse con la respuesta, pues en ella está la solución que habría que tomar. ¿Qué haríamos nosotros en su misma situación?

Julio Puente Mateo