21.11.12

Diez 10 soluciones para reducir el desempleo juvenil en España

El desempleo juvenil es un gran lastre social de imprevisibles consecuencias futuras. En España sobre todo pues nos afecta a nosotros, pero también en diferente medida en el resto de países en vías de desarrollo o en sociedades más tecnificadas.

Se juntan variables complejas, de muy complicada posibilidad para ponernos de acuerdo y avanzar según las distintas formas de entender las sociedades, pues los planteamientos no son sencillos de asumir. No son positivos, aunque son mejores que nada, mejores que la actual situación. ¿Debemos conformarnos con algo menos malo, antes que seguir aguantando sin nada? Realmente es lo que se busca en el sistema. Abaratar costos, volver a situaciones casi imposibles de asumir.
No hay trabajo para todos. Cada vez hay menos trabajo pues crece la productividad y no crece el consumo. Esto lo debemos asumir y adaptarnos muy poco a poco, modificando todo el sistema global del mercado laboral en todo el mundo.
Las personas mayores no dejan puestos de trabajo vacíos, y los obligados por despidos a abandonar sus puestos de trabajo dejan vacíos estos, se pierden, no se reemplazan. Sean privados o públicos.
Es cierto que cada vez habrá menos jóvenes en España y más personas mayores; este problema acercará los países que muevas sus pirámides poblacionales en esta dirección hacia la pobreza, por la baja productividad y los altos costes. Solo es posible revertir la situación con más jóvenes en actividades altamente productivas, ejerciendo trabajos que levanten las economías de los países. Más productividad no es “más horas de trabajo”, no tiene nada que ver un asunto con otro en el siglo XXI.
Los jóvenes desempleados han crecido también en edad, ya no tienen 16 años y necesitan unos sueldos primeros de un nivel medio. Los jóvenes necesitan emanciparse, por ellos y por la sociedad que los acoge. Pero en cambio los costes laborales de sus sueldos no tienen relación en muchos casos con la productividad que producen. La meta de todo joven que está desempleado es engancharse en una sociedad básica, formar familia, producir y consumir. El camino actual frena las tres posibilidades apuntadas.
Los jóvenes se dividen como nunca en una parcelación muy clara: entre los poco formados (menos de lo que hoy es necesario) y los muy formados. No hay término medio. Los jóvenes formados siguen ampliando sus estudios para unas pocas oportunidades de demostrar su valía. Los pocos formados tienen muy difícil engancharse al sistema educativo, al crecer en edad.
El desencanto entre los jóvenes es brutal y la reacción (nadie sabe cuando) será brutal cuando llegue. Todo tiene un recorrido y un destino. Todo. También las decisiones equivocadas que mueven sociedades en una dirección o en otra.
Décadas después de detectarlo, seguimos sin acercar el mundo educativo al mundo profesional. Lo vamos diciendo y publicitando millones de veces sin resultado suficiente. El movimiento es constante mientras que las soluciones son puntuales y a golpes. La distancia se agranda, más cuando salgamos de la actual crisis, pues el mundo que nos encontraremos será otro, al que no nos hemos podido preparar pues hoy estamos dedicados solo (o casi) a salir de la actual situación.
La idea de aumentar la edad de jubilación es equivocada pues incide directamente sobre las posibilidades de los jóvenes para entrar en el mundo laboral. Se aumenta la edad de jubilación para reducir costes de prestaciones, pero tomando la medias equivocadas. No es posible, para mantener el poder adquisitivo de los actuales jubilados, impedir que los jóvenes entren en el mercado laboral . El precio que pagaremos a medio plazo será brutal.
No se hacen suficientes políticas formativas, de intervención discriminatoria para los jóvenes, de apoyo a la entrada de jóvenes a trabajar en PYMES, no se enseña y ayuda para poder emprender proyectos, no se avanza en el engranaje real y muy necesario entre la escuela, la universidad y la empresa.
Hay que cuidar más a las personas y a las PYMES y menos a las intervenciones de titulares, de grandes corporaciones. Ninguna empresa es más grande que el Estado y es la que más contratos está destruyendo. Las grandes empresas se descolocan y crean conflictos graves cuando esto sucede. Las intervenciones públicas deben ir dirigidas a las PYMES y a las microempresas. Las grandes empresas ya saben ellas mismas, cuidarse, defenderse y exigir.