26.4.08

El aceite de colza, el aceite de girasol y otros miedos

Todavía está en el recuerdo de muchos españoles el drama del aceite de colza, aquellos fallecimientos y enfermos, que nadie sabía porque se debilitaban, hace ahora 27 años.
Y como un triste recordatorio nos acostamos ayer con la alerta de que el aceite de girasol está contaminado, sin saber muy bien qué partidas o qué marcas son las afectadas.
¿Qué comemos en este país, en esta sociedad?
¿Cómo es posible que la mayoría del aceite de girasol que se consume en España sea de Ucrania y se encuentre mezclado (otra vez) con aceites minerales?
Si esto ha saltado, es porque el recuerdo de aquel drama nos hace ser muy cautos, pero no somos capaces de saber con exactitud qué es lo que llevan nuestros alimentos, en un proceso de globalización en el que todo vale.
Se les llena a las empresas de sistemas de control de calidad, de gestión en la calidad total, para luego permitirles que compren subproductos en mercados en los que las certificaciones existen, pero solo de boquilla pequeña.
Las subcontrataciones traen estos lodos, pero casi todos los que deben poner freno miran hacia otro lado, o lo que es peor, miran hacia Europa como si fuera esta palabra sinónimo de perfección.
Cuando sepamos el nombre de los acietes los retirarán, pero la confianza del consumidor se resentirá y el aceite de oliva subirá de precio hasta ponerse prohibitivo. Momento en el cual a los listillos de turno se les ocurrirá la idea de importarlo de vete a saber qué país a precio de ganga, pero sin ningún control real en la producción.
Yo, hoy, bajo a comprar mucho aceite de oliva, por si acaso.