21.6.08

Las ciudades "dispersas"

Durante estas dos últimas décadas, en España hemos jugado a crear ciudades amplias, dispersas, a pensar que la forma má cómoda de vivir era en adosado construidos a decenas de kilómetros del centro de las ciudades.
La urbe molestaba y había que alejarse, pero eso si, poco.
Y había que ser ecologista y disponer de 100 metros de tierra que nos diera libertad y comodidad.
Y como muchos de nosotros somos unos benditos, nos dejamos convencer y apostamos por la tontería de irnos de la ciudad, a respirar.
Si, en esas zonas hay ahora muchas fábricas que también se han ido contruyendo, escapando de la ciudad, pero nosotros no trabajamos en ellas, lo hacemos en las de la otra punta de la ciudad. Tenemos que hacer todos los días 40 kilómetros cuando menos para ir y volver al trabajo.
Si de compras es un camino igual de pesado. El periódico está a un kilómetro, la tienda más cercana a dos y la farmacia a tres.
El colegio de los niños no tiene problema porque vienen con un autobús a buscarlos una hora antes de entrar, pero el ambulatorio pilla a tres kilómetros.
Nuestro terrenito es un coñazo durante 8 meses al año, incluidos los de más calor, los gastos para tener nuestro adosado de cuatro plantas sin ascensor caliente y fresco es brutal y los vecinos de la derecha son un coñazo, pendientes más de estar hablando con nosotros en cuanto salimos a la terrazita que de dejarnos en paz y en silencio.

Ahora los Ayuntamientos han decidido cambiar las recomendaciones, y decir que vivir en una ciudad dispersa es una barbaridad ecológica con un coste brutal. Y nosotros nos damos cuenta que las horas que perdemos en trayectos se los restamos a estar descansando en nuestro piso.

No, no intentes vender el adosado ahora, no te lo comprará nadie. Ya se han dado cuenta de que es un regalo envenenado.